El dorado constituye, sobre el punto de vista profesional, un elemento importante e imprescindible en la decoración de los objetos de arte, de los departamentos y de las edificaciones. El realza, por su riqueza incomparable, las partes más bellas de nuestros muebles y de nuestros edificios; él hace, con sus galas, destacarse los detalles más insignificantes de la arquitectura: es, en fin y sin disputa, el emblema por excelencia del buen gusto y del confort, al que reviste de una elegancia suntuosa a la par que le da la nota embellecedora, de lo artístico.