Cocina mexicana y artes plásticas
Cocina mexicana y cultura
Descripción
Hay representaciones de nuestro cereal madre que nos remiten a antiquísimas culturas; quedaron plasmadas en estelas, murales, altorrelieves, esculturas y códices que la arqueología ha rescatado: de filiación olmeca, con más de 3,000 años de antigüedad.
En Chalcatzingo, Morelos, hay un relieve con un personaje en el centro de la Tierra que derrama plantas de maíz; en Teotihuacán un templo está dedicado a la agricultura y en otros hay murales con sacerdotes sembradores y un Tláloc ofreciendo semillas; en la Cruz Foliada de Palenque una planta de maíz actúa como axis mundi y aparece el Dios K con cabeza de mazorca, y en el Templo del Sol nace ese dios maya de un caracol, con hojas de maíz en las manos; en el mismo sitio chiapaneco, Pacal da el mando a Chan Bahlum, representados como maíz enterrado y maíz maduro: Uno es el rey muerto y otro es el rey vivo; o sea muerte y resurrección; en Monte Albán hay urnas zapotecas que muestran al dios del maíz custodiando tumbas y en Mitla una escultura de la deidad femenina correspondiente; en el Templo Rojo de Cacaxtla están pintadas mazorcas con forma de cabeza humana y junto a Quetzalcóatl hay una planta de maíz; en el Templo de los Guerreros de Chichén Itzá hay murales con ofrendas de maíz y Tulum ostenta deidades con mazorcas y granos; de Tizapán es una diosa del maíz, de jade, con dos mazorcas en cada mano; uno de los hemisferios del Templo Mayor de Tenochtitlán, el de Tláloc, simboliza al cerro donde se guardan los granos: es el lado de la fertilidad, de la vida; el otro es el de la guerra, el de la muerte.
Los diferentes códices también abundan en explícitas y destacadas referencias al cereal: el Borgia muestra una mazorca que nace del cuello de Quetzalcóatl, un Tláloc con maíz y un Centeotl, dios de esa misma advocación; el Borbónico tiene grandes mazorcas en una simétrica imagen y un Tláloc con ofrenda similar; el Códice Viena o Vindobonensis expone varias escenas, entre ellas personajes con mazorcas y otro sentado en una milpa; el Durán incluye a la Madre del Maíz y el Vaticano a un Tláloc con mazorcas en la mano; el Códice Ilrerden incluye deidades mayas del grano y el Florentino registra el momento de la siembra y el posterior almacenaje de la cosecha. Artista nato, el pueblo mexicano crea desde el siglo XVI esculturas de pasta de caña de maíz, obras de arte que conjugan al Cristo que llega de fuera con su carne de cereal autóctono. Se hacen efímeros arcos triunfales con dibujos formados con diversos granos de colores, para decorar la entrada a los atrios eclesiásticos en sus festividades. Y en esas manos privilegiadas, las hojas de las mazorcas, el totomochtli, se convierten en refinadas formas: nacimientos y otras figuras cobran vida, la naturaleza es reciclada por el artesano y nace un nuevo arte. Así lo vemos con las mulitas de Corpus Christie de Sayula, Jalisco, los viejitos con su huacal de Santa María del Río, San Luis Potosí, las muñecas de Yurécuaro, Michoacán, y las que hacen los tarahumaras con olote y trapos.
En el ámbito de la estética mexicana moderna el maíz también ha sido predominante. En murales de Diego Rivera (Secretaría de Educación Pública) hay una cruz extraordinaria conformada con mazorcas y plantas de maíz, notable imagen de sincrética significación; otro muro lo ocupa la cosecha del grano. Del mismo maestro hay lienzos de renombre, como La Molendera y El Niño del Taco. Raúl Anguiano pintó Zapatistas en 1952, con un efecto de plantas maiceras y bayonetas verticales que casi se confunden. María Izquierdo nos legó una Naturaleza Muerta (1930) con una mazorca en primer plano, y varios óleos de trojes para esta gramínea, estéticas muestras de la arquitectura vernácula. Frida Kahlo destaca dos llamativas mazorcas, una sin hojas y otra cubierta, en Los Frutos de la Tierra (1938). En la Biblioteca Iberoamericana de Guadalajara, en el templo de Santo Tomás, el mural de Siqueiros coloca cuatro plantas de maíz en lugar privilegiado, sobre la puerta principal. Fernando Castro Pacheco hizo el grabado Ante una Pirámide de Maíz. Ramón Valdiosera preparó un álbum con doce trabajos alusivos al mismo tema.
El mercado Abelardo Rodríguez, en La Merced, contiene murales de diversos maestros; entre ellos destaca el de Pablo OHiggins con el largo camino que sigue el maíz, convirtiéndose finalmente en oro, y el de Antonio Pujol con un volcán de maíz. En fin, la portada de los anteriores libros de texto gratuitos que todos contemplamos durante años es una pintura de Jorge González Camarena con una hermosa mujer mexicana (La Patria) y mazorcas en primer plano; del propio artista es un óleo surrealista titulado Dualidad: Vida y Muerte: una mazorca destaca junto a un devastado y asolado paisaje.
Hay representaciones de nuestro cereal madre que nos remiten a antiquísimas culturas; quedaron plasmadas en estelas, murales, altorrelieves, esculturas y códices que la arqueología ha rescatado: de filiación olmeca, con más de 3,000 años de antigüedad.
En Chalcatzingo, Morelos, hay un relieve con un personaje en el centro de la Tierra que derrama plantas de maíz; en Teotihuacán un templo está dedicado a la agricultura y en otros hay murales con sacerdotes sembradores y un Tláloc ofreciendo semillas; en la Cruz Foliada de Palenque una planta de maíz actúa como axis mundi y aparece el Dios K con cabeza de mazorca, y en el Templo del Sol nace ese dios maya de un caracol, con hojas de maíz en las manos; en el mismo sitio chiapaneco, Pacal da el mando a Chan Bahlum, representados como maíz enterrado y maíz maduro: Uno es el rey muerto y otro es el rey vivo; o sea muerte y resurrección; en Monte Albán hay urnas zapotecas que muestran al dios del maíz custodiando tumbas y en Mitla una escultura de la deidad femenina correspondiente; en el Templo Rojo de Cacaxtla están pintadas mazorcas con forma de cabeza humana y junto a Quetzalcóatl hay una planta de maíz; en el Templo de los Guerreros de Chichén Itzá hay murales con ofrendas de maíz y Tulum ostenta deidades con mazorcas y granos; de Tizapán es una diosa del maíz, de jade, con dos mazorcas en cada mano; uno de los hemisferios del Templo Mayor de Tenochtitlán, el de Tláloc, simboliza al cerro donde se guardan los granos: es el lado de la fertilidad, de la vida; el otro es el de la guerra, el de la muerte.
Los diferentes códices también abundan en explícitas y destacadas referencias al cereal: el Borgia muestra una mazorca que nace del cuello de Quetzalcóatl, un Tláloc con maíz y un Centeotl, dios de esa misma advocación; el Borbónico tiene grandes mazorcas en una simétrica imagen y un Tláloc con ofrenda similar; el Códice Viena o Vindobonensis expone varias escenas, entre ellas personajes con mazorcas y otro sentado en una milpa; el Durán incluye a la Madre del Maíz y el Vaticano a un Tláloc con mazorcas en la mano; el Códice Ilrerden incluye deidades mayas del grano y el Florentino registra el momento de la siembra y el posterior almacenaje de la cosecha. Artista nato, el pueblo mexicano crea desde el siglo XVI esculturas de pasta de caña de maíz, obras de arte que conjugan al Cristo que llega de fuera con su carne de cereal autóctono. Se hacen efímeros arcos triunfales con dibujos formados con diversos granos de colores, para decorar la entrada a los atrios eclesiásticos en sus festividades. Y en esas manos privilegiadas, las hojas de las mazorcas, el totomochtli, se convierten en refinadas formas: nacimientos y otras figuras cobran vida, la naturaleza es reciclada por el artesano y nace un nuevo arte. Así lo vemos con las mulitas de Corpus Christie de Sayula, Jalisco, los viejitos con su huacal de Santa María del Río, San Luis Potosí, las muñecas de Yurécuaro, Michoacán, y las que hacen los tarahumaras con olote y trapos.
En el ámbito de la estética mexicana moderna el maíz también ha sido predominante. En murales de Diego Rivera (Secretaría de Educación Pública) hay una cruz extraordinaria conformada con mazorcas y plantas de maíz, notable imagen de sincrética significación; otro muro lo ocupa la cosecha del grano. Del mismo maestro hay lienzos de renombre, como La Molendera y El Niño del Taco. Raúl Anguiano pintó Zapatistas en 1952, con un efecto de plantas maiceras y bayonetas verticales que casi se confunden. María Izquierdo nos legó una Naturaleza Muerta (1930) con una mazorca en primer plano, y varios óleos de trojes para esta gramínea, estéticas muestras de la arquitectura vernácula. Frida Kahlo destaca dos llamativas mazorcas, una sin hojas y otra cubierta, en Los Frutos de la Tierra (1938). En la Biblioteca Iberoamericana de Guadalajara, en el templo de Santo Tomás, el mural de Siqueiros coloca cuatro plantas de maíz en lugar privilegiado, sobre la puerta principal. Fernando Castro Pacheco hizo el grabado Ante una Pirámide de Maíz. Ramón Valdiosera preparó un álbum con doce trabajos alusivos al mismo tema.
El mercado Abelardo Rodríguez, en La Merced, contiene murales de diversos maestros; entre ellos destaca el de Pablo OHiggins con el largo camino que sigue el maíz, convirtiéndose finalmente en oro, y el de Antonio Pujol con un volcán de maíz. En fin, la portada de los anteriores libros de texto gratuitos que todos contemplamos durante años es una pintura de Jorge González Camarena con una hermosa mujer mexicana (La Patria) y mazorcas en primer plano; del propio artista es un óleo surrealista titulado Dualidad: Vida y Muerte: una mazorca destaca junto a un devastado y asolado paisaje.
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Fecha de última modificación: 10 de junio del 2009, 12:29
Información proporcionada por:
Red Nacional de Información Cultural
u-acm
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