Responder con un sentido vivo frente a cada texto que se lee es la labor de cada lector. Pueden ser el olfato o el oído, pueden ser el gusto o el tacto. Y cuando esto sucede la vida se pone en movimiento, el texto cobra una dimensión inesperada. Pero encontrar el sentido de la escritura misma -sentido como dirección, sentido como razón de ser- es tarea del escritor. Esto la va descubriendo mediante el ejercicio mismo de la escritura en el tráfago cotidiano. Hasta que, a veces, esto puede convertirse en el sentido mismo de la vida. Estos nuevos narradores comienzan a poner a prueba ese mecanismo.