Rocío Ortiz narra las tribulaciones de los curas que administraron durante el siglo XIX las parroquias de tsotsiles, tseltales y choles: Carentes del espíritu misionero de los frailes del siglo XVI, desalentados por la evidente permanencia de ritos paganos y de creencias de origen prehispánico, los párrocos tuvieron que enfrentar la abierta hostilidad de una buena parte de sus feligreses indígenas que no dudaron en aliarse con los maestros de las escuelas liberales para reducir al mínimo el poder de la Iglesia y recuperar así el control sobre su vida religiosa. Esta obra muestra a los indígenas como lo que siempre han sido: sujetos activos de su propia historia, personas que con creatividad han sabido aprovechar las rivalidades políticas nacionales entre los mestizos para establecer alianzas que les permitan paliar en algo la explotación de que han sido víctimas y acrecentar, en la medida de lo posible, su autonomía.