A través del poemario Danza de pálida piel el autor se conecta con la poesía amorosa revestida por una geografía de verdores, como en el poema Sueño de verdes labios y también de arideces (Árbol sediento). El canto adquiere otra densidad con el poemario Palabras que huelen a mar, donde rueda el agua nostálgica/ por el falso camino de concreto/ en busca de geografías lanzo redes./ Eres gota apresada en el vientre,/ escondo el pez que gime por tu noche. Silva también es coautor de El tejido de la rueca, antologado en Condominio de poetas lagunenses.