Nació el 15 de julio de 1954 en Monterrey, Nuevo León. Cuenta con 40 años como maestro en la Universidad, ya que en 1973, siendo aún estudiante de la Facultad de Ingeniería Mecánica y Eléctrica, se incorporó a ésta como Instructor de Laboratorios.
Cursó la Maestría en Ciencias con Especialidad en Ingeniería Ambiental, la cual realizó en la Facultad de Ingeniería Civil de la UANL. Además de su papel como docente, fue editor fundador de la revista Ciencia UANL y coeditor de la revista Resonancia.
Actualmente es responsable de la revista Ingenierías. Tiene en su haber varios reconocimientos y obras publicadas, tanto en el ramo de la ingeniería como en la literatura. Recibió el nombramiento de Profesor Emérito en 2006.
El arte y la ingeniería no están peleados, afirma. “El arte es muy importante para el buen ejercicio profesional en ingeniería. Es un espacio que permite al cerebro tener ciertos estímulos, que ayuda al acomodo de la información, por ello puedo compaginar la ingeniería como modo de vida y el arte en mis tiempos libres.
Es un apasionado de lo que lo ocupa. Su cubículo, atiborrado de revistas y libros en inglés y español, es testigo mudo de cómo se entrega día a día a proyectos como la revista Ingenierías, la cual dirige, y a sus clases, relacionadas al área de vibraciones acústicas. Su talento en la ingeniería se palpó desde temprana hora cuando, todavía como estudiante, se le encomendó, en 1973, ser maestro en el Laboratorio de Acústica. Al terminar su carrera, tres años después, le invitan a ser maestro oficial en FIME y hasta la fecha no ha parado.
Elizondo Garza destaca que aunque se inició muy joven como maestro (tenía 19 años), nunca imaginó lo que viviría ahora, mucho menos ser parte de un grupo tan selecto como es el de los Profesores Eméritos. “Lo primero que hay que tener claro es que ningún estudiante en sus cabales se mete a estudiar ingeniería para ser profesor. En el proceso mediante el cual uno llega a ser profesor de ingeniería tienen que intervenir organizaciones y personas que estén realizando una inducción hacia el magisterio; una de las funciones de la Universidad es inducir personas hacia el magisterio en las áreas de especialización. Sí, porque no es natural; de hecho mi formación más que para maestro era para resolver problemas ingenieriles, cosa que hice por muchos años y sigo haciendo en paralelo a la academia”.
Aunque la docencia sea muy atrayente y desgastante, afirma, la práctica profesional no puede olvidar- se jamás. “Sería un error, pues en el caso de la ingeniería, y en casi todas las áreas profesionales, la obsolescencia te dejaría fuera del juego. Uno debe mantenerse profesionalmente activo y actualizado”. A él no parecen impresionarle tanto los cambios que ha vivido en su paso como maestro, aunque re- cuerda que antiguamente no podía encargar ciertas tareas porque equivalían a 10 días de cálculos a mano. “Ahorita una computadora casera tiene suficiente capacidad de cómputo para encargar tareas más sofisticadas y pedir los resultados más exactos, entonces hay cambios a los cuales debe uno de adaptarse”, señala. De estatura baja, pero robusto, el “Inge” Elizondo se dice (y ve) fuerte para seguir dando batalla. “Quiero seguir estudiando, seguir produciendo. Todavía hay muchos proyectos en puerta. En México se margina muy joven a las personas y muchos psicológicamente se rinden muy jóvenes. Mientras tenga salud aquí estaré producien