En Los cojos, Maurizio Guerrero abre un espacio que permite ver rasgos íntimos y generales de quienes habitan el mundo heredado de la Guerra Fría. Sin la división en bloques de buenos y malos, sin un sentido claro de la vida, los personajes de Guerrero llegan a reconocer su orfandad como algo necesario, se saben solos y han dejado de buscar explicaciones que lo justifiquen o bien, reconocen con el descaro que sólo da el haber claudicado, la invalidez afectiva que los lleva a vivir, no de la manera en que quisieran hacerlo, sino sólo aquella en que a sí mismos se permiten. Son personajes hundidos en un sentimiento más corrosivo y denso aún que la tristeza, se trata de abulia mezclada con absurdo, realidad citadina y clasemediera capaz de generar carcajadas explosivas, catárticas, porque finalmente, eso de lo cual reímos, es fácil reconocerlo como nuestro.