Algunos pueblos se organizan para no coincidir y las fiestas pueden abarcar el mes entero de comunidad en comunidad. Desde el tiempo de los primeros misioneros evangelizadores, se inculco en los pueblos purépechas profunda devoción al Corpus, la fiesta de la comunión y por eso también del compartir, como una forma de venerar al cuerpo y la sangre de Cristo. Hay variaciones de un pueblo a otro, pero en general, durante el festejo, y acompañado por la música y por varias bandas de música contratado por los barrios, el sacerdote encabeza la celebración llevando al santísimo al “Santismo Sacramento” en procesión hacia las diferentes “pozas” o altares que se erigen en la comunidad. Ahí reza inmerso en humo de incienso. La feligresía lo acompaña entre bailes. Cuando esta procesión termina, los asistentes reciben un regalo representativo de cada gremio. Miniaturas de barro, metal o talladas en madera, frutas, hatos de maíz y otros productos de la tierra y de los talleres, vuelan por los aires hacía las manos jubilosas que los esperan como regalos de los gremios que agradecen así el trabajo que les da diario sustento. Igualmente los cazadores y quienes viven del producto de la tierra preparan grandes cantidades de comida para regalar a la feligresía y a cualquier otra persona que acompañe ese día a los festejantes. Con los dones también se agradecen también a Dios por las cosechas, y se pide su protección para que haya lluvias en el nuevo temporal. Al mismo tiempo se agradece a la tierra que da frutos y al morir recibe al hombre con sus brazos amorosos.

Pátzcuaro, Michoacán de Ocampo

del 1 de junio